miércoles, 26 de octubre de 2016

TEORIA- UNIDAD N°5


 LA FAMILIA Y SUS TRANSFORMACIONES

Es habitual escuchar decir que la familia es la célula base del cuerpo social, y esto en líneas generales es cierto, por lo menos para las sociedades modernas occidentales. En estas sociedades la familia adoptó un modo de funcionamiento llamado patriarcado.
¿Qué es el patriarcado? Es la autoridad, de los hombres sobre las mujeres y sus hijos en la unidad familiar, impuesta desde las instituciones. En esta definición debe hacerse hincapié en los conceptos “impuesta” e “instituciones”, para entender de qué manera se establece y sostiene el patriarcado y desde qué lugar se lo alimenta.
La autoridad patriarcal, entonces, no se manifiesta pasivamente, sino que está marcada por la dominación e incluso hasta por la violencia.
La palabra instituciones debe entenderse como Estado, leyes, normas culturales, educación, religión, empresas, etc. Son estas instituciones las que imponen el patriarcado familiar.
Pero para que esa imposición se produzca, el patriarcado debe dominar toda la organización de la sociedad no solo al interior de la familia, sino también desde la producción y el consumo hasta la política, el derecho y la cultura.
Esto significa que la familia patriarcal no es un fenómeno aislado, sino que necesariamente debe formar parte de una tendencia similar en el conjunto social, es decir, que la autoridad del hombre se manifieste en el ámbito laboral, en los espacios políticos, en las legislaciones y en las expresiones culturales. La familia ha sido una de las instituciones básicas de la sociedad normativa y disciplinaria.
Si el patriarcado es parte de la sociedad moderna, es importante identificar también el rol fundamental que juega en el sistema capitalista, a partir de la participación masiva del hombre en el sistema productivo.
El viejo paradigma requería, en base a su interés productivo, trazar la línea que separa al sexo “correcto” del “perverso”. La razón era que una eventual caída de la demanda de energía sexual producto de una liberación de las prácticas sexuales afectaría las tareas al servicio del modelo de producción, disciplinario, rutinario y funcional de una sociedad de productores.
Por eso la mujer del viejo paradigma se encuentra sometida a un doble sistema de explotación, capitalista de producción industrial por un lado y patriarcado familiar por el otro, ya que padecen tanto las injusticias de uno como de otro.
Por ello, esta sociedad patriarcal dominada por los hombres, se pondría en cuestionamiento si su núcleo, la familia patriarcal entrara en crisis. Y eso es lo que está sucediendo.
Nuestra cultura dejó de ser la de la “sociedad del padre”, con todo lo que ello implica en materia de jerarquía, norma y autoridad, para transformarse en la “sociedad de los hermanos” caracterizado por cierto espíritu de anarquía, anomia social, horizontalidad y diversidad de gustos.
En el fin del milenio los factores integrados del cambio de las modalidades de trabajo y la conciencia creciente de las mujeres por su condición están provocando esta transformación que se reflejará en una mejora evidente y sostenida de sus derechos.
La mujer se ha incorporado masivamente al mercado de trabajo aumentando con ello su poder de negociación frente al hombre debilitando su rol de proveedor dentro de la familia.
Los movimientos feministas han alcanzado al fin de siglo un alto grado de presencia activa, y bien podríamos coincidir con Manuel Castells cuando afirma que en el último cuarto de siglo el mundo ha presenciado “una insurrección masiva de las mujeres contra su opresión en todo el mundo”.
Hoy en día en una cantidad creciente de países van alcanzado las mujeres igualdad ante los hombres, con iguales derechos y control sobre sus vidas y sus cuerpos. Aunque esto no significa que el sistema de opresión, de inequidad y hasta de violencia haya desaparecido.
A esto hay que sumarle la decadencia de la categoría de productor del hombre actual que ha sido sustituida por la más trascendente de consumidor, dado lo cual ya no interesa ordenar drásticamente el uso de energía sexual para sublimar su excedente en la línea de montaje industrial, esa energía ya puede ser liberada a su propia voluntad y libre expresión, ampliando los anhelos que conducen al consumo.
El siglo XXI quiere hombres y mujeres que canalicen sus energías en busca de la satisfacción y el placer, esencialmente a través del consumo; ya no sublimar esas energías en el trabajo.
Ante la ruptura del monopolio de la provisión económica del varón, en el interior de la familia se va creando lo que Gilles Lipovetsky llama “la negociación permanente”, fundamento de la pareja igualitaria de nuestro tiempo que reemplaza al matrimonio patriarcal de decisiones masculinas imperativas.
Debe quedar claro que este cambio operado en la familia a partir de la transformación del rol de la mujer constituye una revolución irreversible que sacude la misma raíz de la sociedad. Y es irreversible porque ya no es posible hacer retornar a más de la mitad de la población mundial a su lugar de sumisión que tenía reservado antes del cambio.
Claro que apenas ha comenzado esta transformación y hay mucho camino por recorrer para reducir la desigualdad laboral, la discriminación legal, violencia interpersonal y el maltrato psicológico, debido a la resistencia masculina a ver reducidos sus espacios de poder.
Pero esta revolución silenciosa e imperceptible no parece ser una revolución suave, ya que a su paso van quedando víctimas.
Si la familia patriarcal se desmorona, también lo hace el sistema patriarcal, y los defensores del patriarcado lucharán por detener el cambio, como se observa en algunos de los movimientos sociales conservadores y fundamentalistas que aparecen en países desarrollados y no desarrollados del mundo, reaccionando contra avances legales que cristalicen las nuevas opciones de género, como las uniones civiles, o habiliten mayores derechos individuales a las mujeres.
Podríamos resumir la cuestión a partir de una pregunta: ¿por qué ahora se debilita el patriarcado y no antes?
La respuesta es una combinación de seis elementos:
1) El deslizamiento de la economía hacia el sector servicio y la consecuente apertura del mercado laboral, siendo los servicios una actividad especialmente reservada para la mujer trabajadora.
2) La transformación tecnológica de la biología, la farmacología y la medicina que permite un control creciente sobre los embarazos y la planificación familiar.
3) La fuerte presencia de un movimiento feminista ya maduro que supo resolver sus contradicciones más profundas en el curso del viejo paradigma industrial avanzado.
4) La capacidad de las redes de comunicación globales para permitir el flujo de ideas en una cultura mundializada, haciendo conocer las novedades del nuevo pensamiento y creando conciencia en las mujeres en todo el planeta.
5) La aparición de un mercado omnipresente que reclama de cada persona (hombre o mujer) una conducta autónoma como consumidor.
6) La construcción de un nuevo varón, en adaptación a su nuevo rol.
Este nuevo modelo que se centra en la figura de la mujer sobre la estructura patriarcal ha llegado incluso a poner en cuestionamiento las relaciones de género, poniendo en entredicho la heterosexualidad como norma.
La conflictividad de la relación familiar entre hombres y mujeres abrió un espacio para que hombres gays y mujeres lesbianas exploraran otras formas de relaciones interpersonales, incluidas nuevas formas familiares. Las actividades sexuales son aceptadas en todas sus formas como legítima búsqueda de la felicidad individual. Esta ofensiva ha resultado devastadora para el patriarcado al verse debilitada la norma heterosexual, base fundamental de su fórmula: mujer sometida al hombre.
Ahora bien, ¿Cómo se relaciona el problema de la familia con el sistema global?
Paradójicamente uno de los grandes responsables del cambio de las estructuras familiares ha sido el propio cambio de modelo hacia la Globalización ya que debilitó una de las instituciones básicas responsable de sostener vivo al sistema patriarcal: el Estado.
El Estado ha abdicado de sus responsabilidades sociales y con ello ha liberado de su tutela a las familias, creando por un lado un daño enorme en la organización social y económica, pero generando a la vez las condiciones para el debilitamiento del sistema patriarcal.
Al desarticular las políticas sociales y debilitar las formaciones comunitarias y redes de solidaridad desarma al mismo tiempo las protecciones que permitían la continuidad de la familia tradicional y la crisis impacta de lleno en la institución básica.
Por otra parte, la nueva economía y la nueva cultura están basadas en lo efímero, en el presente perpetuo y el consumo activo, el pasado está más cerca del olvido que de la memoria, por lo cual los valores familiares tradicionales son piezas de museo que tienen poca utilidad para los beneficios del mercado basado en el corto plazo.
Por ello quizás la gran contradicción del mercado libre global es que debilita a las instituciones sociales de las que el capitalismo ha dependido en el pasado, siendo la familia un ejemplo claro.

CRISIS DEL PATRIARCADO
Por crisis del patriarcado se entiende el debilitamiento de los lazos de autoridad que ejerce el hombre adulto cabeza de familia. Es posible actualmente localizar datos de esta crisis en la mayoría de las sociedades, generando una realidad diversa y multifacética.
1. La disolución de los hogares de parejas casadas, por efecto del divorcio o la separación, lo cual revela el desapego por un viejo modelo familiar que se basaba en el compromiso a largo de plazo de sus miembros. Si bien puede darse una repetición de modelos matrimoniales más tarde, los conflictos de lealtades que esto despierta va debilitando los lazos de autoridad patriarcal.
2. Es cada vez mayor el número de hogares unipersonales u hogares de un solo progenitor, en este caso de mujeres luego del divorcio, poniendo fin a la dominación patriarcal, aunque pueda reproducirse mentalmente la estructura de dominación en el nuevo hogar en otra figura (la madre como padre)
3. La frecuencia de las crisis matrimoniales y la dificultad cada vez mayor para hacer compatibles matrimonios, trabajos y vida individual, relacionados con otra realidad: el retraso en la formación de parejas y la vida común sin matrimonio.
4. Un cuarto dato es que en virtud del aumento de la expectativa de vida y las tasas de mortalidad diferentes según el sexo (las mujeres generalmente sobreviven a los hombres), surge una variedad creciente de estructuras de hogares.
5. Por último, en virtud de estos datos de inestabilidad familiar y a la mayor autonomía de la mujer en su conducta reproductiva van generando una crisis en los patrones de reemplazo generacional. Cada vez nacen más niños fuera del matrimonio y se quedan con su madre asegurando la reproducción biológica fuera de la institución matrimonial. Además, las mujeres con mayor conciencia y posibilidades suelen limitar su número de hijos o retrasar el primero, dándose un fenómeno creciente de mujeres que deciden alumbrar hijos o adoptar solo para ellas.

Todas estas tendencias funcionan potenciándose unas a otras y todas juntas carcomen los valores de la familia patriarcal. Y esto no significa el fin de la familia, sino el fin de la familia tal y como la conocemos hasta hoy que se va transformando en otros modelos familiares.

Es importante dejar en claro que la crisis del patriarcado no pone fin a la institución de la familia, sino que pone fin al modelo tradicional de familia, ese que tenía como base normativa el compromiso indisoluble resumido en la frase “hasta que la muerte los separe”.

Según datos estadísticos oficiales, en la ciudad de Buenos Aires casi el 40% de los hogares está bajo la “jefatura” de mujeres, hecho que expone claramente el final del modelo familiar patriarcal, en 1974 este índice era del 23%.
Si se recurre a las estadísticas podremos observar un incremento de la tasa de divorcios en los últimos 20 años en todos los países considerados, salvo en los países árabes, lo cual se explicaría a partir de los procesos de avance del fundamentalismo islámico en todos ellos, siendo el fundamentalismo un movimiento para el cual uno de sus pilares es la sumisión de la mujer a un lugar secundario en la familia.
Los datos arrojarían incluso números aún más significativos de la separación familiar si se incluyesen las separaciones de parejas de hecho, que según los estudios suelen desintegrarse con más facilidad y en mayor número que las parejas legalmente constituidas.
El retraso en la edad de matrimonio también es una tendencia casi universal, especialmente en las mujeres, que en una franja de entre los 20 y 24 años muestran una baja tasa de casamientos.
El sociólogo británico Anthony Giddens habla del “amor confluyente” de nuestro siglo, un amor sin ataduras, reducido a la satisfacción personal y que habrá de durar mientras esta satisfacción esté presente. Para entrar a una relación de amor confluyente hacen falta dos, pero para salir de ella es suficiente la voluntad de una.

Además, en los países desarrollados se manifiesta una creciente proporción de nacimientos fuera del matrimonio, siendo significativos los casos de las mujeres negras en EE.UU. que entre los 15 y 34 años registran una tasa del 70% de niños nacidos fuera del matrimonio, o en los países escandinavos en donde el 50% de los embarazos se producen en mujeres solteras.
Y es interesante analizar lo que está pasando en Italia y España, países en los cuales la tradición de familias patriarcales es históricamente muy fuerte, ya que si bien se sigue manteniendo esa estructura familiar111 la crisis se manifiesta en los escasos hijos que tienen los matrimonios produciendo en ambos países un efecto de tasa de crecimiento demográfico negativo (mueren más personas de las que nacen). La baja tasa de fecundidad es otra señal del debilitamiento de la familia patriarcal tradicional.

Si se hace pues un relevamiento entre los países desarrollados de la Tríada de Poder solo España y Japón112 aún muestran datos que revelan el mantenimiento de familias tradicionales, en el resto es un fenómeno en desintegración. En los países desarrollados más de un tercio de los hogares son unipersonales, hecho que se refleja en la ciudad de Buenos Aires donde las últimas estadísticas arrojan un 30% de hogares unipersonales.

En Estados Unidos apenas el 50% de la población está compuesta de parejas casadas, a diferencia del 80% de medio siglo atrás, así como el 51% de las mujeres norteamericanas viven solas, cuando en 1950 esa cifra solo llegaba al 35%.

Este hecho es nuevo y muy significativo ya que los solteros norteamericanos constituyen en 42% de la fuerza laboral, el 40% de los propietarios de casas, el 35% de los votantes y un poderoso grupo de consumidores. Por esta razón sostiene Z. Barman que el modelo familiar ideal para el mercado parece ser la no-familia, es decir la existencia autónoma e individual de consumidores sin condicionamientos familiares.
En Argentina hay más personas solteras que casadas (15 millones y 10 millones respectivamente) según el Censo 2010.
Los hogares son cada vez más no tanto lugares de construcción de unidad como búnkeres fragmentados y fortificados.
Como manifiestan Michael Schluter y David Lee “hemos cruzado el umbral de nuestras casas individuales y hemos cerrado sus puertas, y luego cruzado el umbral de nuestras habitaciones individuales y hemos cerrado sus puertas. El hogar se transforma en un centro de recreaciones multipropósitos donde los miembros del grupo familiar pueden vivir, en cierto sentido, separadamente codo a codo”.
Y aquí vuelve a aparecer en nuestro análisis el concepto de red.
Palabras como “relación”, “parentesco” o “pareja” contienen la idea de un compromiso mutuo, en cambio el concepto de “red”, central en nuestro tiempo, representa un modelo de conexión y desconexión alternativa.
En una red tanto conectarse como desconectarse tienen el mismo status e importancia, porque la red supone momentos de conexión y momentos de no conexión, y ambos períodos se establecen a voluntad, y ambos son legítimos.
Por esa razón en nuestra Sociedad Red la idea de una relación “indisoluble” se observa como una relación riesgosa, mucho más si esa relación indisoluble resultara además indeseable, en la red ni siquiera tiene sentido la idea de “conexión indeseable”, en sí mismo contradictoria, ya que los vínculos de conexión se disuelven antes de volverse indeseables.
Una metáfora precisa de los vínculos en red son los que se establecen por medio de la Internet, tan masivos hoy día porque funcionan en la lógica de la posibilidad de desconectar. Siempre se puedo oprimir la tecla “delete” y nada hay más fácil que no responder a un e-mail. Podríamos incluso preguntarnos qué es lo que ha hecho tan populares a las redes electrónicas como vínculo de relación humana, ¿fue la posibilidad de la conexión o acaso la facilidad para la desconexión?
El chateo permite vincularse con “contactos” que van y vienen donde siempre existe “alguien” con quien intercambiar mensajes, siendo la circulación de mensajes el mensaje en sí mismo más allá de sus contenidos.Se trata de una interacción frenética donde el silencio es muerte y exclusión. Las viejas redes seguras de parentesco ya han perdido su certeza de perduración.
En nuestro mundo de consumo inmediato, soluciones rápidas, satisfacción efímera, de resultados sin esfuerzo y seguros contra todo riesgo, las relaciones que involucran compromiso parecen extrañas, ya que este tipo de relaciones requiere tiempo y persistencia para su desarrollo.
Mientras, los vínculos de red se debaten entre dos impulsos irreconciliables navegando entre “los arrecifes de la soledad y del compromiso”, entre el apartamiento y la asfixia del lazo amoroso.
Los vínculos de hoy son frágiles, ya no desafían con la arrogancia de su poder eterno, sino que sutiles y delicados inspiran al abrazo y la caricia con la única seguridad de saber que cualquier paso en falso los pone al borde la ruptura.

LA NUEVA FAMLIA

La crisis del patriarcado, producida por un doble factor: nuevo paradigma económico y cultural y los nuevos movimientos sociales de género (feministas y grupos de identidad de género) se manifiesta en nuevas formas de asociación familiar para compartir la vida y criar a sus hijos.

Como ya mencionamos no se trata de la desaparición de la familia, sino de su profunda resignificación y del cambio en su sistema de poder. De hecho, millones de personas sigue casándose, e incluso cuando la gente se divorcia vuelve a contraer matrimonio en gran parte de los casos antes de los tres años siguientes, como sostiene la psicoanalista francesa Elisabeth Roudinesco, “no hay un modelo, hay varios, pero de todos modos siempre gira en torno a la familia-pareja”.
La vigencia de la institución matrimonial se evidencia incluso en el hecho de que uno de los reclamos más persistentes en la actualidad de parte de los grupos de gays y lesbianas es el reconocimiento al derecho a contraer enlace. Situación que ha registrado un formidable avance global en los últimos años a través de legislaciones que otorgan a estas minorías de género el derecho a unirse legalmente mediante las llamadas “uniones civiles” e incluso mediante el casamiento en igualdad de derecho con los de los heterosexuales.
Sin embargo, la existencia de fenómenos como el de los matrimonios tardíos, la frecuencia de parejas de hecho y las altas tasas de divorcio y separación se combinan para producir un panorama cada vez más diverso de vida familiar y no familiar.
Se está produciendo un incremento sostenido de los llamados “hogares no familiares”, mayoritariamente conformados por mujeres solas.
Un hecho llamativo es la proporción de la categoría tradicional “parejas casadas con hijos” que en los países industriales se ha reducido a solo un cuarto de la totalidad de los hogares, y si limitamos aún más el concepto tradicional de familia patriarcal, bajo la categoría “pareja casada con hijos en la que el único que gana el sustento es el varón” esa proporción baja a menos del 10% del total de hogares.
En Estados Unidos solo la mitad de los hijos viven con sus dos padres biológicos, y otro cambio que se está produciendo en la estructura familiar es el aumento sustancial del número de adopciones.
En la Argentina el 43% de las mujeres argentinas de entre 25 y 29 años viven en uniones consensuales, cuando en 1960 ese porcentaje era de solo 8%.
Todas las tendencias apuntan a una misma dirección: la desaparición de la familia nuclear patriarcal. Crece el número de niños que vive con uno solo de sus progenitores, aumentan los hogares cuya cabeza es una madre sola con hijos, pero también aumentan aún más deprisa los hogares conformados por padres solos con hijos.
Y aún hay más datos para tener en cuenta: aumento del número de padres no casados con hijos, una cantidad creciente de niños que viven con sus abuelos, una generalización de la convivencia previa al matrimonio.
Uno de los temas fundamentales de las nuevas familias es el cuidado de los hijos ya que las transformaciones de la Nueva Economía han generado la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral y por ende pocos niños pueden disfrutar del cuidado de sus padres o madres durante todo el día.
Según un estudio de la Universidad de Harvard se espera aún un mayor descenso de los hogares compuestos de parejas casadas con hijos, y un aumento de los hogares unipersonales (que estiman llegará a superar estadísticamente a los hogares tradicionales). El análisis considera que el modelo familiar del futuro es el de las familias casadas sin hijos, potenciado por efecto de una supervivencia mayor de ambos cónyuges.
¿Cómo es la nueva familia entonces?
No podría establecerse un modelo fijo de familia nuclear para este Nuevo Paradigma como sí pudo hacerse con la familia patriarcal en el viejo paradigma.
La diversidad es la regla, aunque pueden rescatarse pautas sustantivas:
Crecimiento de las redes de apoyo, sobretodo en los casos de parejas separadas con hijos que vuelven a contraer matrimonio cada uno de ellos, ya que cuando se divide la carga la red familiar se amplía a ambas familias (la del padre y la de la madre) lo cual genera una nueva forma de sociabilidad. También se amplían las redes de apoyo para las madres solas, en este caso conformadas por movimientos emergentes de la comunidad.


1 comentario:

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