viernes, 7 de abril de 2017

INTRODUCCION - CARACTERISTICAS DE LA MODERNIDAD

INTRODUCCIÓN
La Historia es una creación teórica del Hombre destinada a atrapar con el pensamiento el elemento más intangible y complejo de su existencia, el Tiempo.
Y el Tiempo es el océano donde transcurre la vida de los hombres, pero como los hombres no viven en solitario ni se desarrollan aisladamente, en ese océano temporal navega la vida de las sociedades, los pueblos, las civilizaciones.
La Historia lo que pretende es colorear ese océano de tiempo para poder observar en él el discurrir de las vidas humanas, a la manera de como se utiliza un medio de contraste en las modernas tecnologías médicas que intentan visualizar los secretos de la anatomía.
Del mismo modo la Historia intenta descubrir en el devenir del tiempo el comportamiento de las sociedades, diagnosticar sobre sus pasados, elaborar sesudas reflexiones sobre sus comportamientos, arriesgar teorías sobre sus motivaciones, manifestar juicios sobre sus resultados.
En fin, lo que intenta la Historia es comprender los cómo y los por qué de lo que ha sucedido.
¿Para qué?
¿Para qué comprender el comportamiento de los pueblos?
¿Para qué buscar explicaciones a los sucesos humanos que hoy son pasado?
La respuesta de la Historia es que la vida humana es básicamente un proceso inconcluso que aún hoy sigue su curso (aún frente a aquellos que pretenden ponerle teóricamente un final).
Nosotros, hoy, somos el producto social de aquellos que han sido, y que han sido aún en el pasado más remoto.
Las sociedades no son un lugar, sino que son un proceso humano e histórico, un proceso continuo, multivinculado, e inconcluso.
Continuo por ser permanente, multivinculado por la íntima relación de planos e inconcluso por su destino abierto.
Para explicar ese proceso continuo la Historia elabora diversas metodologías de análisis, una de ellas es la periodización y la otra es la formación de paradigmas, una y otra se relacionan íntimamente y funcionan didácticamente.
La periodización permite dividir el Tiempo en secciones (períodos) con sentido y lógicas propias, y cada período que se ordena sucesivamente contiene en sí mismo la explicación de lo que sucede en ese tiempo y espacio, y eso constituye un paradigma.
De tal manera, puede reconstruirse teóricamente la vida humana por medio de una sucesión continua de paradigmas, es decir, de esquemas teóricos que permiten explicarnos lo que sucede en un tiempo definido y mediante ese paradigma encontrarles sentido a los sucesos que en ese tiempo se desarrollan en todos los planos de la vida humana.
La periodización mediante paradigmas nos permite entonces explicar lo que sucede en una época, cualquiera sea la época que tengamos en consideración.
Así, el paradigma imperial nos permitirá entender la lógica política, militar y cultural de la Roma de los Césares, o el paradigma medieval comprender el comportamiento del campesino europeo del siglo XII, o el paradigma colonial darle sentido a los sucesos rioplatenses del 1700, o el paradigma imperialista clarificar la realidad social argentina de 1900, o el paradigma industrial capitalista informarnos sobre la realidad del trabajador del siglo XX.
De esta introducción se desprende una pregunta necesaria: ¿Si intentamos comprender nuestro presente a comienzos del siglo XXI, qué paradigma podemos utilizar como herramienta de análisis?
La respuesta está vacante.
Y esa ausencia de respuesta, resultado de la imposibilidad de seguir utilizando el paradigma hasta hace pocos años vigente del Capitalismo Industrial Avanzado, de la Cultura de la Modernidad y del Mundo Bipolar para entender nuestra realidad presente, la cual hace necesario reflexionar sobre la existencia de un Nuevo Paradigma, de un nuevo modelo teórico con el cual analizar lo que pasa hoy en nuestras sociedades, en nuestras vidas, en nuestros pueblos.
Las transformaciones que se han registrado en nuestro siglo en las áreas sociales, políticas, económicas y culturales son parte de la construcción de este Nuevo Paradigma, nos proponemos en el presente Curso diseñar un modelo teórico que permita analizar la realidad de nuestro mundo contemporáneo.
El final de siglo XX trajo innumerables novedades en la Historia humana: el fin del mundo bipolar con la caída de la Unión Soviética, la desregulación del sistema financiero internacional, la globalización económica en un mercado sin fronteras, el fenómeno de la deslocalización de empresas, la crisis de la cultura de la modernidad, el debilitamiento de las soberanías de los Estados Nacionales, el conocimiento como riqueza, la crisis del trabajo, la revolución tecnológica de las comunicaciones, el crecimiento de la injusta distribución de la riqueza, la crisis de la familia tradicional, la incertidumbre, la inseguridad, la desprotección, la aparición de la economía virtual, la información como poder, el aumento de la pobreza y la marginación, la existencia de una economía criminal global, la formación de sociedades duales, el fenómeno de la violencia urbana, la contracción espacio-temporal, la responsabilidad y la autonomía, el predominio de la libertad individual, el concepto directriz de Red, la reaparición de los nacionalismos y los fundamentalismos religiosos, el retorno del pensamiento mágico, la muerte de lo real, el reinado del deseo y el consumo, la estetización de la vida, la unión del arte y lo cotidiano, la extraterritorialidad del poder, la revolución genética, el advenimiento de la videosfera, la crisis de la representación política
Estas novedades que trajo el cambio de siglo, junto a muchas más que las complementan, hacen necesario construir un nuevo paradigma que permita relacionar lo que aparentan ser hechos aislados y que en verdad constituyen un entramado lógico y vinculado que se sostiene en su propio sentido, que constituye un paradigma.
Esto es lo que pretende este Curso, construir, como un rompecabezas teórico a partir de las piezas dispersas de nuestra realidad, un modelo de análisis de las transformaciones de nuestro mundo contemporáneo, un modelo que nos dé la posibilidad de adentrarnos en la experiencia más fascinante de la naturaleza humana: la reflexión racional sobre lo que nos pasa y hacernos, con el afán de encontrar respuestas, la más vieja y útil pregunta de nuestra especie, ¿Por qué?
Pero en este camino surge otra pregunta: ¿para qué?
¿Para qué establecer un Nuevo Paradigma de la vida social, política, económica y cultural de nuestro presente?
La respuesta a esta pregunta radica en la necesidad de establecer un marco de reflexión sobre la realidad que necesariamente debe recoger los profundos cambios que se han producido en los últimos 20 años en todos los ámbitos mundiales y que han hecho que el viejo paradigma que ha servido para explicar al mundo del siglo XX resulte muy obsoleto.
Pasamos de un paradigma en el que el hombre buscaba la utopía colectiva a uno nuevo en el que persigue el sueño individual.
El riesgo que se corre al no construir un nuevo modelo de reflexión es el de seguir encuadrando el pensamiento social en ese viejo paradigma lo cual arrojará inevitablemente errores de análisis, premisas falsas y conclusiones fallidas.
Pensar nuestra realidad en base al antiguo modelo de reflexión teórica constituye una situación que podemos comparar a mudarnos de casa, pero seguir comportándonos como si estuviéramos viviendo en aquella que hemos dejado atrás. Esto produciría la absurda situación de comer donde ahora está el living o dormir donde actualmente se encuentra el baño.
De la misma manera, analizar lo que sucede a nuestro alrededor a partir del viejo paradigma es circular erráticamente por un escenario desconocido. No podemos seguir pensando el mundo político con el espíritu de la Guerra Fría, así como no se puede observar el plano económico con la idea de que es la industria el motor de la economía, abordar nuestra cultura suponiendo que aún subsiste la idea racional de progreso o reflexionar sobre nuestra sociedad sosteniendo aún la existencia de lazos colectivos y coberturas estatales.
Afirmar que el viejo paradigma de pensamiento de las ciencias sociales está obsoleto no quiere decir que sus valores lo estén, sino que la realidad nos indica que esos valores han ingresado en un cono de sombras y que otros valores, distintos a aquellos, apuntalan la vida humana de nuestro tiempo.
No se trata aquí de establecer una cuestión moral sobre cuál de los paradigmas es “mejor”, sino de establecer pautas de pensamiento para comprender nuestro presente, que más allá de estar de acuerdo o no con él, es el que nos rodea.
En todo caso, si el presente no es el que deseamos y nuestra intención fuera transformarlo, no hay forma posible de hacerlo si no es mediante el conocimiento previo más preciso posible y el análisis más profundo, de manera autónoma; y no con el voluntarismo de suponer que el mundo debe ser lo que nosotros deseamos, de manera heterónoma.1
Estamos plantados frente a un nuevo Paradigma Económico, el que se observa una nueva fase del capitalismo que ha recibido de parte de los analistas diversos títulos como el de posindustrial, acumulación flexible, posfordista, informacional, inmaterial o cultural; y que consiste esencialmente en una reafirmación del modelo capitalista, pero que busca la acumulación de riqueza por vías novedosas utilizando para ello la emergencia de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información (TICs) y el conocimiento a través de la afirmación de la ecuación Investigación + Desarrollo + Innovación (I+D)+I.
A este paradigma económico nosotros lo llamaremos Capitalismo Cultural, en base a la materia prima esencial con la que se produce la riqueza: la información; y a la desmaterialización del proceso productivo que pasa de tener su centro en la industria para transformarse en una economía de servicios que se hace presente en la mayor parte de nuestra vida cotidiana.
Y en esa desmaterialización los conceptos valen más que las cosas, la marca prevalece sobre el producto y el marketing se transforma en la expresión comunicativa de nuestro siglo. Esta economía que vende conceptos y cuyo eje central es la información, los servicios financieros tiene un impacto mayúsculo en los productores, y los trabajadores deben reformularse y adaptarse al cambio.
Es en este nivel micro del análisis económico donde descubrimos los conceptos de flexibilidad y desregulación como explicación del nuevo modelo de trabajo. De qué manera le economía, para volverse competitiva, debe buscar la máxima ganancia a partir de la reducción de costos (fundamentalmente salariales) poniendo a fluir la producción en lo que se llama deslocalización de las empresas, que buscan instalarse allí donde sus gastos de producción sean menores. Para este fin el planeta mismo es su límite vinculando a los trabajadores de todo el mundo en sus condiciones laborales.
El nuevo trabajo requerirá una adaptación del trabajador y las empresas, fundamentalmente el aliento a las adaptaciones flexibles, la autonomía de decisión y la toma de responsabilidad individual, horizontalizando las jerarquías. Un nuevo trabajo en el que la mujer asume un inusitado protagonismo y el desempleo se enseñorea como una realidad ineludible, como un fondo consolidado dentro del panorama del nuevo paradigma.
La visión del mundo de hoy también tiene su perspectiva Política. Para ello resulta fundamental dilucidar la cuestión del poder intentando responder a la pregunta básica de cualquier sociedad organizada: ¿Quién tiene el Poder?
El debate acerca de las transformaciones del orden global es básicamente un debate sobre el poder: ¿Quién lo detenta, ¿quién lo ejerce? Incluso, como dice Melanie Klein, quién lo encubre simulando que es un tema que ha dejado de importar.
En este marco la relación de dominio sigue presente, pero esta vez bajo la conducción de una Tríada de Poder global compuesta por los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, por encima de un concentrado poder económico compuesto por las corporaciones multinacionales. Recién debajo de estas capas de poder podemos encontrar la cuestionada soberanía de los Estados nacionales.
El nuevo paradigma ofrece una pluralidad de poderes frente a la crisis de la democracia y el debilitamiento de las representaciones políticas bajo el impacto del fenómeno de la corrupción y la política mediática.
Los medios masivos asumen el espacio vacío dejado por la política frente a la gente mientras el capital económico ocupa ese mismo espacio, pero en lo que hace al control de los verdaderos resortes del poder. Predomina el poder extraterritorial, donde los pocos con poder son observados por los muchos sin poder, en un modelo Sinóptico en el que prevalece la lógica del espectáculo como disciplinador y factor de control.
Frente a ello la política intenta retornar a sus viejas posiciones de poder insertándose dentro de los medios de comunicación, adoptando su lógica simbólica donde prima más la imagen que la idea, y convirtiéndose en un apéndice útil del poder económico para navegar hacia donde la lleva la marea del neoliberalismo globalizador del fin de siglo.
Pero este modelo político de observación de la realidad presenta un cambio esencial respecto de los anteriores, que es la lenta y progresiva pérdida de la hegemonía occidental y el correspondiente crecimiento de la importancia del mundo oriental, apuntalado en el Japón y el Sudeste Asiático y revitalizado por la pujanza del gigante chino y el creciente protagonismo de la India.
Tras ello nos introducimos en el análisis del escenario social del nuevo paradigma, la aparición de la llamada Sociedad Red.
Una sociedad asentada en un nuevo tipo de espacio, un espacio fluido y cambiante; y un nuevo tipo de tiempo, un presente perpetuo sin perspectiva lanzada al futuro ni raíces afirmadas en el pasado. El cambio del sentido de lo espacial y temporal, con la aparición de la llamada Ciudad Global, generando una red de megaciudades planetarias más conectadas entre sí que el centro de la ciudad con sus márgenes, que las ciudades capitales con el interior de sus naciones.
Estamos frente a una sociedad cuya composición cambia disolviéndose la vieja estructura piramidal de tres clases y apareciendo en su lugar una sociedad dual compuesta entre integrados y marginados, entre elites articuladas y masas fragmentadas, entre incluidos y excluidos, entre conectados y desconectados, entre territoriales y extraterritoriales. Una sociedad quebrada, sin lazos solidarios colectivos, resulta el escenario ideal para el incremento de la violencia urbana, entendiendo el fenómeno de la violencia urbana como un emergente de las condiciones que el nuevo tiempo impone, una violencia histérica y sin objetivo, inserta en el espíritu de precariedad que domina a la sociedad, insegura, desprotegida e incierta.
Y si de sociedad se trata no podemos eludir el fenómeno de cambio que afecta a su célula básica: la familia. El patriarcado, ese monumento social de la sociedad disciplinaria del capitalismo industrial, ha entrado en disolución a partir del deterioro que sufre el tradicional modelo familiar ante la reformulación del vínculo hombre-mujer, el creciente número de familias monoparentales o de individuos sin resguardo familiar, hechos que sumado a las nuevas definiciones de la sexualidad dan forma a nuevos modelos familiares.
Para comprender las transformaciones del nuevo siglo debe partirse del eje sobre la cual se disparan esos cambios: la nueva cultura, el nuevo Paradigma Cultural.
Una nueva forma de vida para las mujeres y hombres del siglo XXI, una nueva atmósfera cultural, ya no moderna, sino posmoderna o hipermoderna, dominada por el impulso del deseo, movilizada por la búsqueda de la satisfacción individual, sin verdades establecidas,
multicultural y diversa, tolerante y fragmentada, narcisista y hedonista, superficial y flexible, eterna en su presente perpetuo, efímera en su constante cambio, libre.
Un paradigma cultural que no puede desprenderse de la presencia imperativa de los medios de comunicación y su lógica de la imagen.
Finalmente restará abordar el costado ideológico del modelo de comprensión del mundo abrumado por el tan discutido concepto globalización, que básicamente significa un deterioro del poder de los estados y su pérdida de control sobre las políticas internas de las naciones.
Una globalización que al deteriorar la soberanía del Estado promueve la aparición de organizaciones sustitutas de estructura flexible y horizontal, típicas del formato de red, como las megaempresas transnacionales (CMN), las organizaciones no gubernamentales y las redes criminales como herramientas.
La crisis del estado que redunda en un crecimiento proporcional del poder del Mercado, con lo cual la práctica democrática de las decisiones cada vez goza de menos espacios. Este modelo ideológico se asume como un pensamiento sin alternativas, sin otra opción a la vista, un Pensamiento Único.
Pero esta doctrina que considera las transformaciones del nuevo siglo como una situación natural sin alternativas se enfrenta a comienzos del siglo XXI con diversos movimientos sociales de oposición, como el feminismo, el populismo de derecha, las guerrillas testimoniales, el espiritualismo, el ecologismo, los movimientos obreros, los nacionalismos y las manifestaciones globalifóbicas; lo cual augura que el paradigma no está cerrado, sino abierto a la construcción.
En este marco de un modelo ideológico que se pretende único y que convierte una comunidad de ciudadanos en una conjunción de consumidores que descree de las sociedades y pondera la autonomía individual de cada uno librado a su propia responsabilidad, los hombres y mujeres del nuevo siglo, aislados y fragmentados, intentan recuperar parte de su sentido de pertenencia afirmando sus identidades básicas ante el arrollador fenómeno de lo global, la hegemonía cultural a lo Hollywood y la macdonalización de la vida cotidiana. Indignados por una realidad que no es la que suponen mejor para sus necesidades e intereses recurren a nuevas formas de asociación para cambiar lo que se supone natural.
Los nuevos paradigmas de la transformación económica, política, cultural, social e ideológica dan forma a un modelo integral de reflexión, necesario para interpretar al mundo que nos rodea y arriesgar una comprensión racional de nuestro tiempo.
Armar este rompecabezas es el desafío, alcanzar una imagen reconocible al finalizar es el objetivo anhelado, avanzar luego en la reflexión del presente para transformarlo es el reto definitivo.
Reconstruir la acción del pensamiento crítico en tiempos de derrota de lo intelectual resulta el segundo paso en ese camino, diseñar un modelo en el cual reconocer el presente como herramienta teórica constituye el primero.

UNIDAD 1- LA CULTURA POSMODERNA

LA DECADENCIA DEL PARADIGMA SIGLO XX

Algunos puntos básicos que llevaron al viejo paradigma del capitalismo industrial avanzado, del mundo bipolar y la cultura de la modernidad a su desgaste y desaparición.
Entre ellos encontramos:
1.       La crisis de la cultura de la modernidad.
2.       La crisis económica que produjo la decadencia del industrialismo, modelo industrial avanzado.
3.       La decadencia del Estado de Bienestar, lo cual significa la decadencia de la Política y el reinado de la Economía.
4.       La revolución de la tecnología de las comunicaciones, como avanzada de un profundo cambio tecnológico que sacude las estructuras productivas del modelo.
5.       La caída del bloque socialista y la posterior desaparición de la Unión Soviética.

CRISIS DE LA CULTURA MODERNA
El MARCO CULTURAL constituye la forma de vida de una sociedad y sobre ese marco se construyen los modelos económicos, las estructuras sociales y los sistemas políticos.
El marco cultural del viejo paradigma es el que tomó el nombre de Modernidad.
El pensamiento moderno hace su aparición durante el Renacimiento (siglo XV), cuando el Hombre vuelve a pensarse como centro del mundo y se aleja de los preceptos religiosos que comandaban la vida en el medioevo.
La Modernidad que nace con pensadores como MAQUIAVELLO y artistas como MIGUEL ANGEL, afirma la voluntad humana por sobre todas las cosas, quebrando el espinazo del pensamiento mítico, mágico y religioso que había prevalecido desde los inicios de la historia humana.
A partir del SIGLO XV comenzará a tomar forma un pensamiento basado en la razón humana sin intervención de factores míticos o religiosos, y esta vertiente alcanzará su concreción en los pensadores iluministas del siglo XVII-XVIII.
HOBBES, HUME, LOCKE, ROUSSEAU, entre otros, intentaban iluminar con su razón la realidad humana y comenzaron a reflexionar sobre las diversas formas que se da el hombre con su voluntad para organizarse en sociedad, construyendo el primer modelo de pensamiento político moderno: EL LIBERALISMO.
La clase en ascenso por aquel entonces, SIGLO XVIII, era la BURGUESÍA que luchaba por conseguir los privilegios de LOS NOBLES aún en el poder que estaban cuesta abajo.
Y la burguesía impulsaba un nuevo modelo económico apuntalado en la Primera Revolución Industrial: el incipiente CAPITALISMO INDUSTRIAL.
De tal modo el PENSAMIENTO MODERNO DEL LIBERALISMO se enlazaba íntimamente con el modelo económico capitalista a través del ESLABÓN DE LA BURGUESÍA.
Corría el SIGLO XIX cuando se produjo EL TRIUNFO final de este SECTOR BURGUÉS LIBERAL-CAPITALISTA dando forma a UNA CULTURA SÓLIDAMENTE INSTALADA EN OCCIDENTE, LA MODERNIDAD.
Esa cultura de la modernidad continuó su camino hasta mediados del SIGLO XX para juntarse con el modelo industrialista, pero paradójicamente, llega a este punto debilitado, anémico.

¿CUÁLES ERAN LOS PILARES DE LA CULTURA DE LA MODERNIDAD?

Fundamentalmente la CONFIANZA EN LA RAZÓN Y EL PROGRESO.
Confiar en la razón era suprimir toda otra pauta de comportamiento para hacer frente a los problemas. No ERA NI LA FE NI EL DESEO lo que pondría al Hombre en camino de su realización, sino la férrea VOLUNTAD DE LA RAZÓN.

EL ILUMINISMO alumbraría dos teorías básicas que aspiraban a ordenar la realidad humana desde la razón. Una EL LIBERALISMO, otra EL MARXISMO, la primera tuvo su nacimiento oficial con la REVOLUCIÓN FRANCESA DE 1793, la segunda con la publicación del MANIFIESTO COMUNISTA EN 1848.
Ambas teorías, ambas ideologías, son hijas de una misma madre: LA RAZÓN y ambas doctrinas son hijas de un mismo padre: EL ILUMINISMO, y ambas doctrinas levantan LA MISMA FE: EL PROGRESO. Ambas ideologías se desarrollarán de forma paralela y pasarán a disputar el protagonismo histórico durante un siglo.
Básicamente la disputa entre liberalismo y marxismo es la disputa entre dos verdades, y ya se sabe que la razón (como la fe) solo admite una verdad.
Porque el pensamiento racional es el que da origen al pensamiento científico y el objeto de la ciencia es llegar a LA verdad, LA MODERNIDAD ES UN TIEMPO QUE ASPIRA A ALCANZAR LA VERDAD. Incluso sus doctrinas políticas, liberalismo o marxismo, se suponían ambas poseedoras de la verdad.
Y en esa disputa circuló el quehacer intelectual durante la vigencia del viejo paradigma. Así como un poder político bipolar se repartía el mundo, una bipolaridad intelectual se repartía el universo de las ideas.
En el viejo paradigma no había lugar para lo gris o lo relativo: o se estaba de un lado o se estaba del otro.
Era una verdad que EL HOMBRE SE REALIZABA POR SU TRABAJO, una verdad asumida tanto por el liberalismo como por el marxismo, y el trabajo era un verdadero credo. Y el sistema del viejo paradigma así lo reflejaba mediante su organización laboral vertical disciplinaria.
Porque esta sociedad era una SOCIEDAD DISCIPLINARIA, donde las normas establecían las funciones y roles de cada agente social, en la que existían guías, y los mapas para recorrerla eran claros y consistentes.
No había lugar en el viejo paradigma para las aventuras intelectuales personales que rompieran el molde establecido, y la vida misma, la vida diaria, también respondía a este molde disciplinario donde cada quien sabía qué era lo que tenía que hacer. Una normatividad social por todos aceptada que dejaba en claro la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo. Una normatividad social respetada como esencia de la solidez de los lazos sociales que unifican la comunidad, el Pacto Social. Una normatividad social que privilegia el interés común por encima de los intereses individuales, en la búsqueda de la totalidad.
No estamos hablando aquí de autoritarismo sino de disciplina social, una organización normativa que reparte premios y castigos.
Otra de las características que asume LA VERDAD es que resulta Universal, se trata de una forma de vida dominada por una MORAL UNIVERSAL.
La LIBERTAD es una verdad universal, la IGUALDAD es otra verdad universal. Liberalismo y marxismo disputarán sobre qué interpretan cada uno de la palabra Libertad y de la palabra Igualdad, pero ni liberalismo ni marxismo dejan de reconocer a ambos conceptos como verdades.
La modernidad no aspira a la diferencia sino a un destino común para todos, un destino de progreso, el camino de la utopía, la visión en el futuro.
Y es el PROGRESO el otro elemento ESENCIAL DENTRO DE LA CULTURA DE LA MODERNIDAD.
El Progreso se entiende como el destino ineludible que le espera a la Historia Humana, significa que la Historia del Hombre siempre sigue una línea en dirección hacia delante y hacia arriba, una flecha lanzada en diagonal hacia el cielo sería la figura exacta de lo que le espera al futuro humano, y esa palabra, Futuro, es la que se relaciona íntimamente con el Progreso, un progreso siempre fogoneado por la acción de la Razón expresada en la ciencia.
Si el Progreso es el destino ineludible del Hombre, como pensaba el viejo modelo cultural, al Hombre le espera un futuro mejor y ese futuro llegará, no como un regalo de Dios sino como consecuencia de la razón humana.
Por eso el Hombre de la modernidad proyecta, piensa en su futuro, realiza sus actos con ese objetivo, incluso resigna el presente en pos de ese futuro mejor que le espera, pospone, no se entrega al deseo.
Y en esa búsqueda de Futuro, el hombre de la modernidad rescata el Pasado como escalón esencial de la escalera del Progreso, porque para subir hacia el mañana es necesario asentarse firmemente en el escalón previó del ayer. En ese tránsito el hoy es simplemente un momento de paso.
Pero la modernidad tiene un costado rebelde y transgresor, y ese costado rebelde se observa tanto en el liberalismo como en el marxismo.
LA MODERNIDAD NO ES UNA ÉPOCA DE TRANQUILIDAD, SINO UN TIEMPO DE EFERVESCENCIA, DE LUCHA, de revolución.
Cuando la modernidad apunta al progreso para asegurar el mejor destino de la humanidad, a lo que apunta es al cambio y la transformación.
Y el ícono fundamental del cambio es LA REVOLUCIÓN.
La REVOLUCIÓN POLÍTICA es entendida POR LOS MARXISTAS como la voluntad racional de los pueblos que puede llevarlos al poder mediante LA ACCIÓN LIBERADORA DE LAS ARMAS.
La lucha armada es una realidad durante el viejo paradigma, porque la lucha armada lo que hace es resignar el presente en busca del futuro.
Pero no solo en el marxismo la palabra revolución resulta un factor esencial, sino también en el LIBERALISMO, en el que la incesante revolución de la estructura económica era desde adentro, por parte del mismo sistema capitalista.
De este modo LA IDEA DEL CAMBIO FORMA PARTE ESENCIAL DEL VIEJO PARADIGMA, pero a diferencia de la concepción del cambio que veremos adopta el modelo cultural del siglo XXI, EL CAMBIO DE LA MODERNIDAD ES SIEMPRE UN CAMBIO HACIA DELANTE, UN CAMBIO HACIA EL PROGRESO.
Lo que guía entonces la acción durante la vigencia del viejo paradigma es la razón, y este factor nos afirma la preponderancia de lo político (como aplicación de las Ideas en la organización social). La idea por delante de la realidad, incluso la idea desafiando a la realidad. Es decir, LA POLÍTICA CONSTRUYENDO LA REALIDAD.
Y esto se verifica en el Estado de Bienestar que rige al viejo paradigma del capitalismo industrial avanzado.
El Estado (la política) se encuentra por sobre los otros factores de poder, el Capital y el Trabajo, los domina y los dirige. Es la Política, son las ideas, las que rigen el mundo. En el nuevo paradigma el reinado lo pasa a ocupar el mercado económico.
Dentro de los paradigmas de análisis de la realidad del siglo XX el de la cultura de la modernidad es el que más tempranamente comenzará a desvanecerse.
Mientras LA ESTRUCTURA ECONÓMICA Y SOCIAL DEL CAPITALISMO INDUSTRIAL AVANZADO RECIÉN ENTRARÁ EN DECADENCIA A PARTIR DE LOS AÑOS 70 y EL MARCO POLÍTICO de la Guerra Fría EN LOS AÑOS 80, el ELEMENTO CULTURAL DEL VIEJO PARADIGMA ya mostrará SIGNOS DE AGOTAMIENTO A PARTIR DE LOS AÑOS 50 DEL SIGLO XX.

El modelo cultural de la modernidad entrará en crisis, y ese declive comenzará a partir de los años 50 en las artes, para acompañar un cambio sustancial de la sociedad a partir de los años 70 y 80 configurando lo que hoy se conoce como Cultura Posmoderna o Hipermoderna, o sea, la nueva cultura del siglo XXI.

No hay comentarios:

Publicar un comentario