INTRODUCCIÓN
La
Historia es una creación teórica del Hombre destinada a atrapar con el
pensamiento el elemento más intangible y complejo de su existencia, el Tiempo.
Y el
Tiempo es el océano donde transcurre la vida de los hombres, pero como los
hombres no viven en solitario ni se desarrollan aisladamente, en ese océano
temporal navega la vida de las sociedades, los pueblos, las civilizaciones.
La
Historia lo que pretende es colorear ese océano de tiempo para poder observar en
él el discurrir de las vidas humanas, a la manera de como se utiliza un medio
de contraste en las modernas tecnologías médicas que intentan visualizar los
secretos de la anatomía.
Del mismo
modo la Historia intenta descubrir en el devenir del tiempo el comportamiento
de las sociedades, diagnosticar sobre sus pasados, elaborar sesudas reflexiones
sobre sus comportamientos, arriesgar teorías sobre sus motivaciones, manifestar
juicios sobre sus resultados.
En fin,
lo que intenta la Historia es comprender los cómo y los por qué de lo que ha
sucedido.
¿Para
qué?
¿Para qué
comprender el comportamiento de los pueblos?
¿Para qué
buscar explicaciones a los sucesos humanos que hoy son pasado?
La
respuesta de la Historia es que la vida humana es básicamente un proceso
inconcluso que aún hoy sigue su curso (aún frente a aquellos que pretenden
ponerle teóricamente un final).
Nosotros,
hoy, somos el producto social de aquellos que han sido, y que han sido aún en
el pasado más remoto.
Las
sociedades no son un lugar, sino que son un proceso humano e histórico, un
proceso continuo, multivinculado, e inconcluso.
Continuo
por ser permanente, multivinculado por la íntima relación de planos e
inconcluso por su destino abierto.
Para
explicar ese proceso continuo la Historia elabora diversas metodologías de
análisis, una de ellas es la periodización y la otra es la formación de
paradigmas, una y otra se relacionan íntimamente y funcionan didácticamente.
La
periodización permite dividir el Tiempo en secciones (períodos) con sentido y
lógicas propias, y cada período que se ordena sucesivamente contiene en sí
mismo la explicación de lo que sucede en ese tiempo y espacio, y eso constituye
un paradigma.
De tal
manera, puede reconstruirse teóricamente la vida humana por medio de una sucesión
continua de paradigmas, es decir, de esquemas teóricos que permiten explicarnos
lo que sucede en un tiempo definido y mediante ese paradigma encontrarles
sentido a los sucesos que en ese tiempo se desarrollan en todos los planos de
la vida humana.
La periodización
mediante paradigmas nos permite entonces explicar lo que sucede en una época,
cualquiera sea la época que tengamos en consideración.
Así, el
paradigma imperial nos permitirá entender la lógica política, militar y
cultural de la Roma de los Césares, o el paradigma medieval comprender el
comportamiento del campesino europeo del siglo XII, o el paradigma colonial
darle sentido a los sucesos rioplatenses del 1700, o el paradigma imperialista
clarificar la realidad social argentina de 1900, o el paradigma industrial
capitalista informarnos sobre la realidad del trabajador del siglo XX.
De esta
introducción se desprende una pregunta necesaria: ¿Si intentamos comprender
nuestro presente a comienzos del siglo XXI, qué paradigma podemos utilizar como
herramienta de análisis?
La
respuesta está vacante.
Y esa
ausencia de respuesta, resultado de la imposibilidad de seguir utilizando el
paradigma hasta hace pocos años vigente del Capitalismo Industrial Avanzado, de
la Cultura de la Modernidad y del Mundo Bipolar para entender nuestra realidad
presente, la cual hace necesario reflexionar sobre la existencia de un Nuevo
Paradigma, de un nuevo modelo teórico con el cual analizar lo que pasa hoy en
nuestras sociedades, en nuestras vidas, en nuestros pueblos.
Las transformaciones
que se han registrado en nuestro siglo en las áreas sociales, políticas,
económicas y culturales son parte de la construcción de este Nuevo Paradigma,
nos proponemos en el presente Curso diseñar un modelo teórico que permita
analizar la realidad de nuestro mundo contemporáneo.
El final
de siglo XX trajo innumerables novedades en la Historia humana: el fin del
mundo bipolar con la caída de la Unión Soviética, la desregulación del sistema
financiero internacional, la globalización económica en un mercado sin
fronteras, el fenómeno de la deslocalización de empresas, la crisis de la
cultura de la modernidad, el debilitamiento de las soberanías de los Estados
Nacionales, el conocimiento como riqueza, la crisis del trabajo, la revolución
tecnológica de las comunicaciones, el crecimiento de la injusta distribución de
la riqueza, la crisis de la familia tradicional, la incertidumbre, la
inseguridad, la desprotección, la aparición de la economía virtual, la
información como poder, el aumento de la pobreza y la marginación, la
existencia de una economía criminal global, la formación de sociedades duales,
el fenómeno de la violencia urbana, la contracción espacio-temporal, la
responsabilidad y la autonomía, el predominio de la libertad individual, el concepto
directriz de Red, la reaparición de los nacionalismos y los fundamentalismos
religiosos, el retorno del pensamiento mágico, la muerte de lo real, el reinado
del deseo y el consumo, la estetización de la vida, la unión del arte y lo
cotidiano, la extraterritorialidad del poder, la revolución genética, el
advenimiento de la videosfera, la crisis de la representación política
Estas
novedades que trajo el cambio de siglo, junto a muchas más que las
complementan, hacen necesario construir un nuevo paradigma que permita
relacionar lo que aparentan ser hechos aislados y que en verdad constituyen un
entramado lógico y vinculado que se sostiene en su propio sentido, que
constituye un paradigma.
Esto es
lo que pretende este Curso, construir, como un rompecabezas teórico a partir de
las piezas dispersas de nuestra realidad, un modelo de análisis de las
transformaciones de nuestro mundo contemporáneo, un modelo que nos dé la
posibilidad de adentrarnos en la experiencia más fascinante de la naturaleza
humana: la reflexión racional sobre lo que nos pasa y hacernos, con el afán de
encontrar respuestas, la más vieja y útil pregunta de nuestra especie, ¿Por
qué?
Pero en
este camino surge otra pregunta: ¿para qué?
¿Para qué
establecer un Nuevo Paradigma de la vida social, política, económica y cultural
de nuestro presente?
La
respuesta a esta pregunta radica en la necesidad de establecer un marco de
reflexión sobre la realidad que necesariamente debe recoger los profundos
cambios que se han producido en los últimos 20 años en todos los ámbitos
mundiales y que han hecho que el viejo paradigma que ha servido para explicar
al mundo del siglo XX resulte muy obsoleto.
Pasamos
de un paradigma en el que el hombre buscaba la utopía colectiva a uno nuevo en
el que persigue el sueño individual.
El riesgo
que se corre al no construir un nuevo modelo de reflexión es el de seguir
encuadrando el pensamiento social en ese viejo paradigma lo cual arrojará
inevitablemente errores de análisis, premisas falsas y conclusiones fallidas.
Pensar nuestra
realidad en base al antiguo modelo de reflexión teórica constituye una
situación que podemos comparar a mudarnos de casa, pero seguir comportándonos
como si estuviéramos viviendo en aquella que hemos dejado atrás. Esto
produciría la absurda situación de comer donde ahora está el living o dormir
donde actualmente se encuentra el baño.
De la
misma manera, analizar lo que sucede a nuestro alrededor a partir del viejo
paradigma es circular erráticamente por un escenario desconocido. No podemos
seguir pensando el mundo político con el espíritu de la Guerra Fría, así como
no se puede observar el plano económico con la idea de que es la industria el
motor de la economía, abordar nuestra cultura suponiendo que aún subsiste la
idea racional de progreso o reflexionar sobre nuestra sociedad sosteniendo aún
la existencia de lazos colectivos y coberturas estatales.
Afirmar
que el viejo paradigma de pensamiento de las ciencias sociales está obsoleto no
quiere decir que sus valores lo estén, sino que la realidad nos indica que esos
valores han ingresado en un cono de sombras y que otros valores, distintos a
aquellos, apuntalan la vida humana de nuestro tiempo.
No se
trata aquí de establecer una cuestión moral sobre cuál de los paradigmas es
“mejor”, sino de establecer pautas de pensamiento para comprender nuestro
presente, que más allá de estar de acuerdo o no con él, es el que nos rodea.
En todo
caso, si el presente no es el que deseamos y nuestra intención fuera
transformarlo, no hay forma posible de hacerlo si no es mediante el
conocimiento previo más preciso posible y el análisis más profundo, de manera
autónoma; y no con el voluntarismo de suponer que el mundo debe ser lo que
nosotros deseamos, de manera heterónoma.1
Estamos
plantados frente a un nuevo Paradigma Económico, el que se observa una nueva
fase del capitalismo que ha recibido de parte de los analistas diversos títulos
como el de posindustrial, acumulación flexible, posfordista, informacional,
inmaterial o cultural; y que consiste esencialmente en una reafirmación del
modelo capitalista, pero que busca la acumulación de riqueza por vías novedosas
utilizando para ello la emergencia de las nuevas tecnologías de la comunicación
y la información (TICs) y el conocimiento a través de la afirmación de la
ecuación Investigación + Desarrollo + Innovación (I+D)+I.
A este
paradigma económico nosotros lo llamaremos Capitalismo Cultural, en base a la
materia prima esencial con la que se produce la riqueza: la información; y a la
desmaterialización del proceso productivo que pasa de tener su centro en la
industria para transformarse en una economía de servicios que se hace presente
en la mayor parte de nuestra vida cotidiana.
Y en esa
desmaterialización los conceptos valen más que las cosas, la marca prevalece
sobre el producto y el marketing se transforma en la expresión comunicativa de
nuestro siglo. Esta economía que vende conceptos y cuyo eje central es la
información, los servicios financieros tiene un impacto mayúsculo en los
productores, y los trabajadores deben reformularse y adaptarse al cambio.
Es en
este nivel micro del análisis económico donde descubrimos los conceptos de
flexibilidad y desregulación como explicación del nuevo modelo de trabajo. De
qué manera le economía, para volverse competitiva, debe buscar la máxima
ganancia a partir de la reducción de costos (fundamentalmente salariales)
poniendo a fluir la producción en lo que se llama deslocalización de las
empresas, que buscan instalarse allí donde sus gastos de producción sean
menores. Para este fin el planeta mismo es su límite vinculando a los
trabajadores de todo el mundo en sus condiciones laborales.
El nuevo
trabajo requerirá una adaptación del trabajador y las empresas,
fundamentalmente el aliento a las adaptaciones flexibles, la autonomía de
decisión y la toma de responsabilidad individual, horizontalizando las
jerarquías. Un nuevo trabajo en el que la mujer asume un inusitado protagonismo
y el desempleo se enseñorea como una realidad ineludible, como un fondo
consolidado dentro del panorama del nuevo paradigma.
La visión
del mundo de hoy también tiene su perspectiva Política. Para ello resulta
fundamental dilucidar la cuestión del poder intentando responder a la pregunta
básica de cualquier sociedad organizada: ¿Quién tiene el Poder?
El debate
acerca de las transformaciones del orden global es básicamente un debate sobre
el poder: ¿Quién lo detenta, ¿quién lo ejerce? Incluso, como dice Melanie
Klein, quién lo encubre simulando que es un tema que ha dejado de importar.
En este
marco la relación de dominio sigue presente, pero esta vez bajo la conducción
de una Tríada de Poder global compuesta por los Estados Unidos, la Unión
Europea y Japón, por encima de un concentrado poder económico compuesto por las
corporaciones multinacionales. Recién debajo de estas capas de poder podemos
encontrar la cuestionada soberanía de los Estados nacionales.
El nuevo
paradigma ofrece una pluralidad de poderes frente a la crisis de la democracia
y el debilitamiento de las representaciones políticas bajo el impacto del
fenómeno de la corrupción y la política mediática.
Los
medios masivos asumen el espacio vacío dejado por la política frente a la gente
mientras el capital económico ocupa ese mismo espacio, pero en lo que hace al
control de los verdaderos resortes del poder. Predomina el poder
extraterritorial, donde los pocos con poder son observados por los muchos sin
poder, en un modelo Sinóptico en el que prevalece la lógica del espectáculo
como disciplinador y factor de control.
Frente a
ello la política intenta retornar a sus viejas posiciones de poder insertándose
dentro de los medios de comunicación, adoptando su lógica simbólica donde prima
más la imagen que la idea, y convirtiéndose en un apéndice útil del poder
económico para navegar hacia donde la lleva la marea del neoliberalismo
globalizador del fin de siglo.
Pero este
modelo político de observación de la realidad presenta un cambio esencial
respecto de los anteriores, que es la lenta y progresiva pérdida de la
hegemonía occidental y el correspondiente crecimiento de la importancia del
mundo oriental, apuntalado en el Japón y el Sudeste Asiático y revitalizado por
la pujanza del gigante chino y el creciente protagonismo de la India.
Tras ello
nos introducimos en el análisis del escenario social del nuevo paradigma, la aparición
de la llamada Sociedad Red.
Una
sociedad asentada en un nuevo tipo de espacio, un espacio fluido y cambiante; y
un nuevo tipo de tiempo, un presente perpetuo sin perspectiva lanzada al futuro
ni raíces afirmadas en el pasado. El cambio del sentido de lo espacial y
temporal, con la aparición de la llamada Ciudad Global, generando una red de
megaciudades planetarias más conectadas entre sí que el centro de la ciudad con
sus márgenes, que las ciudades capitales con el interior de sus naciones.
Estamos
frente a una sociedad cuya composición cambia disolviéndose la vieja estructura
piramidal de tres clases y apareciendo en su lugar una sociedad dual compuesta
entre integrados y marginados, entre elites articuladas y masas fragmentadas,
entre incluidos y excluidos, entre conectados y desconectados, entre
territoriales y extraterritoriales. Una sociedad quebrada, sin lazos solidarios
colectivos, resulta el escenario ideal para el incremento de la violencia
urbana, entendiendo el fenómeno de la violencia urbana como un emergente de las
condiciones que el nuevo tiempo impone, una violencia histérica y sin objetivo,
inserta en el espíritu de precariedad que domina a la sociedad, insegura,
desprotegida e incierta.
Y si de
sociedad se trata no podemos eludir el fenómeno de cambio que afecta a su
célula básica: la familia. El patriarcado, ese monumento social de la sociedad
disciplinaria del capitalismo industrial, ha entrado en disolución a partir del
deterioro que sufre el tradicional modelo familiar ante la reformulación del
vínculo hombre-mujer, el creciente número de familias monoparentales o de
individuos sin resguardo familiar, hechos que sumado a las nuevas definiciones
de la sexualidad dan forma a nuevos modelos familiares.
Para
comprender las transformaciones del nuevo siglo debe partirse del eje sobre la
cual se disparan esos cambios: la nueva cultura, el nuevo Paradigma Cultural.
Una nueva
forma de vida para las mujeres y hombres del siglo XXI, una nueva atmósfera
cultural, ya no moderna, sino posmoderna o hipermoderna, dominada por el
impulso del deseo, movilizada por la búsqueda de la satisfacción individual,
sin verdades establecidas,
multicultural
y diversa, tolerante y fragmentada, narcisista y hedonista, superficial y
flexible, eterna en su presente perpetuo, efímera en su constante cambio,
libre.
Un
paradigma cultural que no puede desprenderse de la presencia imperativa de los
medios de comunicación y su lógica de la imagen.
Finalmente
restará abordar el costado ideológico del modelo de comprensión del mundo
abrumado por el tan discutido concepto globalización, que básicamente significa
un deterioro del poder de los estados y su pérdida de control sobre las
políticas internas de las naciones.
Una
globalización que al deteriorar la soberanía del Estado promueve la aparición
de organizaciones sustitutas de estructura flexible y horizontal, típicas del
formato de red, como las megaempresas transnacionales (CMN), las organizaciones
no gubernamentales y las redes criminales como herramientas.
La crisis
del estado que redunda en un crecimiento proporcional del poder del Mercado,
con lo cual la práctica democrática de las decisiones cada vez goza de menos
espacios. Este modelo ideológico se asume como un pensamiento sin alternativas,
sin otra opción a la vista, un Pensamiento Único.
Pero esta
doctrina que considera las transformaciones del nuevo siglo como una situación
natural sin alternativas se enfrenta a comienzos del siglo XXI con diversos
movimientos sociales de oposición, como el feminismo, el populismo de derecha,
las guerrillas testimoniales, el espiritualismo, el ecologismo, los movimientos
obreros, los nacionalismos y las manifestaciones globalifóbicas; lo cual augura
que el paradigma no está cerrado, sino abierto a la construcción.
En este
marco de un modelo ideológico que se pretende único y que convierte una
comunidad de ciudadanos en una conjunción de consumidores que descree de las
sociedades y pondera la autonomía individual de cada uno librado a su propia
responsabilidad, los hombres y mujeres del nuevo siglo, aislados y
fragmentados, intentan recuperar parte de su sentido de pertenencia afirmando
sus identidades básicas ante el arrollador fenómeno de lo global, la hegemonía
cultural a lo Hollywood y la macdonalización de la vida cotidiana. Indignados
por una realidad que no es la que suponen mejor para sus necesidades e
intereses recurren a nuevas formas de asociación para cambiar lo que se supone
natural.
Los
nuevos paradigmas de la transformación económica, política, cultural, social e
ideológica dan forma a un modelo integral de reflexión, necesario para
interpretar al mundo que nos rodea y arriesgar una comprensión racional de
nuestro tiempo.
Armar
este rompecabezas es el desafío, alcanzar una imagen reconocible al finalizar
es el objetivo anhelado, avanzar luego en la reflexión del presente para
transformarlo es el reto definitivo.
Reconstruir
la acción del pensamiento crítico en tiempos de derrota de lo intelectual
resulta el segundo paso en ese camino, diseñar un modelo en el cual reconocer
el presente como herramienta teórica constituye el primero.
UNIDAD 1- LA
CULTURA POSMODERNA
LA DECADENCIA DEL
PARADIGMA SIGLO XX
Algunos
puntos básicos que llevaron al viejo paradigma del capitalismo industrial
avanzado, del mundo bipolar y la cultura de la modernidad a su desgaste y
desaparición.
Entre ellos
encontramos:
1.
La crisis de la cultura de la modernidad.
2. La crisis económica que
produjo la decadencia del industrialismo, modelo industrial avanzado.
3.
La decadencia del Estado de Bienestar, lo cual significa la
decadencia de la Política y el reinado de la Economía.
4. La revolución de la
tecnología de las comunicaciones, como avanzada de un profundo cambio
tecnológico que sacude las estructuras productivas del modelo.
5. La caída del bloque
socialista y la posterior desaparición de la Unión Soviética.
CRISIS
DE LA CULTURA MODERNA
El MARCO CULTURAL
constituye la forma de vida de una sociedad y sobre ese marco se construyen los
modelos económicos, las estructuras sociales y los sistemas políticos.
El marco cultural del
viejo paradigma es el que tomó el nombre de Modernidad.
El
pensamiento moderno hace su aparición durante el Renacimiento (siglo XV),
cuando el Hombre vuelve a pensarse como centro del mundo y se aleja de los
preceptos religiosos que comandaban la vida en el medioevo.
La
Modernidad que nace con pensadores como MAQUIAVELLO y artistas como MIGUEL
ANGEL, afirma la voluntad humana por sobre todas las cosas, quebrando el
espinazo del pensamiento mítico, mágico y religioso que había prevalecido desde
los inicios de la historia humana.
A partir
del SIGLO XV comenzará a tomar forma un pensamiento basado en la razón humana
sin intervención de factores míticos o religiosos, y esta vertiente alcanzará
su concreción en los pensadores iluministas del siglo XVII-XVIII.
HOBBES,
HUME, LOCKE, ROUSSEAU, entre otros, intentaban iluminar con su razón la
realidad humana y comenzaron a reflexionar sobre las diversas formas que se da
el hombre con su voluntad para organizarse en sociedad, construyendo el primer
modelo de pensamiento político moderno: EL LIBERALISMO.
La clase en
ascenso por aquel entonces, SIGLO XVIII, era la BURGUESÍA que luchaba por
conseguir los privilegios de LOS NOBLES aún en el poder que estaban cuesta
abajo.
Y la
burguesía impulsaba un nuevo modelo económico apuntalado en la Primera
Revolución Industrial: el incipiente CAPITALISMO INDUSTRIAL.
De tal modo
el PENSAMIENTO MODERNO DEL LIBERALISMO se enlazaba íntimamente con el modelo
económico capitalista a través del ESLABÓN DE LA BURGUESÍA.
Corría el
SIGLO XIX cuando se produjo EL TRIUNFO final de este SECTOR BURGUÉS
LIBERAL-CAPITALISTA dando forma a UNA CULTURA SÓLIDAMENTE INSTALADA EN
OCCIDENTE, LA MODERNIDAD.
Esa cultura
de la modernidad continuó su camino hasta mediados del SIGLO XX para juntarse
con el modelo industrialista, pero paradójicamente, llega a este punto
debilitado, anémico.
¿CUÁLES
ERAN LOS PILARES DE LA CULTURA DE LA MODERNIDAD?
Fundamentalmente
la CONFIANZA EN LA RAZÓN Y EL PROGRESO.
Confiar en
la razón era suprimir toda otra pauta de comportamiento para hacer frente a los
problemas. No ERA NI LA FE NI EL DESEO lo que pondría al Hombre en camino de su
realización, sino la férrea VOLUNTAD DE LA RAZÓN.
EL
ILUMINISMO alumbraría dos teorías básicas que aspiraban a ordenar la realidad
humana desde la razón. Una EL LIBERALISMO, otra EL MARXISMO, la primera tuvo su
nacimiento oficial con la REVOLUCIÓN FRANCESA DE 1793, la segunda con la
publicación del MANIFIESTO COMUNISTA EN 1848.
Ambas
teorías, ambas ideologías, son hijas de una misma madre: LA RAZÓN y ambas
doctrinas son hijas de un mismo padre: EL ILUMINISMO, y ambas doctrinas
levantan LA MISMA FE: EL PROGRESO. Ambas ideologías se desarrollarán de forma
paralela y pasarán a disputar el protagonismo histórico durante un siglo.
Básicamente
la disputa entre liberalismo y marxismo es la disputa entre dos verdades, y ya
se sabe que la razón (como la fe) solo admite una verdad.
Porque el
pensamiento racional es el que da origen al pensamiento científico y el objeto
de la ciencia es llegar a LA verdad, LA MODERNIDAD ES UN TIEMPO QUE ASPIRA A
ALCANZAR LA VERDAD. Incluso sus doctrinas políticas, liberalismo o marxismo, se
suponían ambas poseedoras de la verdad.
Y en esa
disputa circuló el quehacer intelectual durante la vigencia del viejo
paradigma. Así como un poder político bipolar se repartía el mundo, una
bipolaridad intelectual se repartía el universo de las ideas.
En el viejo
paradigma no había lugar para lo gris o lo relativo: o se estaba de un lado o
se estaba del otro.
Era una
verdad que EL HOMBRE SE REALIZABA POR SU TRABAJO, una verdad asumida tanto por
el liberalismo como por el marxismo, y el trabajo era un verdadero credo. Y el
sistema del viejo paradigma así lo reflejaba mediante su organización laboral
vertical disciplinaria.
Porque esta
sociedad era una SOCIEDAD DISCIPLINARIA, donde las normas establecían las
funciones y roles de cada agente social, en la que existían guías, y los mapas
para recorrerla eran claros y consistentes.
No había
lugar en el viejo paradigma para las aventuras intelectuales personales que
rompieran el molde establecido, y la vida misma, la vida diaria, también
respondía a este molde disciplinario donde cada quien sabía qué era lo que
tenía que hacer. Una normatividad social por todos aceptada que dejaba en claro
la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo. Una
normatividad social respetada como esencia de la solidez de los lazos sociales
que unifican la comunidad, el Pacto Social. Una normatividad social que
privilegia el interés común por encima de los intereses individuales, en la
búsqueda de la totalidad.
No estamos
hablando aquí de autoritarismo sino de disciplina social, una organización
normativa que reparte premios y castigos.
Otra de las
características que asume LA VERDAD es que resulta Universal, se trata de una
forma de vida dominada por una MORAL UNIVERSAL.
La LIBERTAD
es una verdad universal, la IGUALDAD es otra verdad universal. Liberalismo y
marxismo disputarán sobre qué interpretan cada uno de la palabra Libertad y de
la palabra Igualdad, pero ni liberalismo ni marxismo dejan de reconocer a ambos
conceptos como verdades.
La
modernidad no aspira a la diferencia sino a un destino común para todos, un
destino de progreso, el camino de la utopía, la visión en el futuro.
Y es el PROGRESO el otro elemento ESENCIAL
DENTRO DE LA CULTURA DE LA MODERNIDAD.
El Progreso
se entiende como el destino ineludible que le espera a la Historia Humana,
significa que la Historia del Hombre siempre sigue una línea en dirección hacia
delante y hacia arriba, una flecha lanzada en diagonal hacia el cielo sería la
figura exacta de lo que le espera al futuro humano, y esa palabra, Futuro, es
la que se relaciona íntimamente con el Progreso, un progreso siempre fogoneado
por la acción de la Razón expresada en la ciencia.
Si el
Progreso es el destino ineludible del Hombre, como pensaba el viejo modelo
cultural, al Hombre le espera un futuro mejor y ese futuro llegará, no como un
regalo de Dios sino como consecuencia de la razón humana.
Por eso el
Hombre de la modernidad proyecta, piensa en su futuro, realiza sus actos con
ese objetivo, incluso resigna el presente en pos de ese futuro mejor que le
espera, pospone, no se entrega al deseo.
Y en esa
búsqueda de Futuro, el hombre de la modernidad rescata el Pasado como escalón
esencial de la escalera del Progreso, porque para subir hacia el mañana es
necesario asentarse firmemente en el escalón previó del ayer. En ese tránsito
el hoy es simplemente un momento de paso.
Pero la
modernidad tiene un costado rebelde y transgresor, y ese costado rebelde se
observa tanto en el liberalismo como en el marxismo.
LA
MODERNIDAD NO ES UNA ÉPOCA DE TRANQUILIDAD, SINO UN TIEMPO DE EFERVESCENCIA, DE
LUCHA, de revolución.
Cuando la
modernidad apunta al progreso para asegurar el mejor destino de la humanidad, a
lo que apunta es al cambio y la transformación.
Y el ícono
fundamental del cambio es LA REVOLUCIÓN.
La
REVOLUCIÓN POLÍTICA es entendida POR LOS MARXISTAS como la voluntad racional de
los pueblos que puede llevarlos al poder mediante LA ACCIÓN LIBERADORA DE LAS
ARMAS.
La lucha
armada es una realidad durante el viejo paradigma, porque la lucha armada lo
que hace es resignar el presente en busca del futuro.
Pero no
solo en el marxismo la palabra revolución resulta un factor esencial, sino
también en el LIBERALISMO, en el que la incesante revolución de la estructura
económica era desde adentro, por parte del mismo sistema capitalista.
De este
modo LA IDEA DEL CAMBIO FORMA PARTE ESENCIAL DEL VIEJO PARADIGMA, pero a
diferencia de la concepción del cambio que veremos adopta el modelo cultural
del siglo XXI, EL CAMBIO DE LA MODERNIDAD ES SIEMPRE UN CAMBIO HACIA DELANTE,
UN CAMBIO HACIA EL PROGRESO.
Lo que guía
entonces la acción durante la vigencia del viejo paradigma es la razón, y este
factor nos afirma la preponderancia de lo político (como aplicación de las
Ideas en la organización social). La idea por delante de la realidad, incluso
la idea desafiando a la realidad. Es decir, LA POLÍTICA CONSTRUYENDO LA
REALIDAD.
Y esto se
verifica en el Estado de Bienestar que rige al viejo paradigma del capitalismo
industrial avanzado.
El Estado
(la política) se encuentra por sobre los otros factores de poder, el Capital y
el Trabajo, los domina y los dirige. Es la Política, son las ideas, las que
rigen el mundo. En el nuevo paradigma el reinado lo pasa a ocupar el mercado
económico.
Dentro de
los paradigmas de análisis de la realidad del siglo XX el de la cultura de la
modernidad es el que más tempranamente comenzará a desvanecerse.
Mientras LA
ESTRUCTURA ECONÓMICA Y SOCIAL DEL CAPITALISMO INDUSTRIAL AVANZADO RECIÉN
ENTRARÁ EN DECADENCIA A PARTIR DE LOS AÑOS 70 y EL MARCO POLÍTICO de la Guerra
Fría EN LOS AÑOS 80, el ELEMENTO CULTURAL DEL VIEJO PARADIGMA ya mostrará
SIGNOS DE AGOTAMIENTO A PARTIR DE LOS AÑOS 50 DEL SIGLO XX.
El modelo
cultural de la modernidad entrará en crisis, y ese declive comenzará a partir
de los años 50 en las artes, para acompañar un cambio sustancial de la sociedad
a partir de los años 70 y 80 configurando lo que hoy se conoce como Cultura
Posmoderna o Hipermoderna, o sea, la nueva cultura del siglo XXI.
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